sábado, diciembre 04, 2010

Venganza

Y la luna se tiñó de sangre.


La agarró por la cintura y la cubrió. Su ancha espalda no dejaba ver la pálida deformidad de su amante. Sus fuertes piernas eran un amasijo con la tibia flacidez del engendro. Se oían gemidos, como el chirrido de una puerta oxidada. Unos pechos secos volteaban grotescamente, al compás de una canción no escrita.
Tensó sus brazos marcados de venas, aferrándose con las uñas en el último suspiro de placer. Dejó los ojos en blanco.
De repente, el maullido de una gata en celo.
El monstruo emitía susurros guturales.
La atmósfera estaba podrida.
Él estaba podrido.
Y era culpa suya.

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