Como un sebastián, recibe saetas en su torso. Tronca el cuello y no siente, no padece.
Interpreta un teatro que no existe y que nadie atiende.
Contemplado por las ánimas, seres amarillos de tez alargada, continúa la escena.
Entre risas y gritos, entre colores y humos distingue una mirada. Dos cejas flotando sobre sendas cámaras obscuras, reflejo inverso de sí mismo.
Sueños de niño. Olor a hierba.
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