Yo era de los que pensaban que el árbol cuando caía en el bosque no sonaba. Que la realidad era ante todo subjetiva. Que si nadie conoce algo, ese algo no existe. Así no existía descubrimiento, sino invención, creación.
Y de nuevo, me descubro unos capítulos más atrás de lo esperado, nunca parezco llegar a la mitad del libro. Lo niego, pero luego llega la noche y ansío nuevamente
ese nirvana temporal que es el sueño. Los colores no ayudan.
Y de repente se muere Sábato, un grande. Y matan a Osama, un carnicero. Y el pan se queda sin su olor a recién hecho. Y el chocolate ya no sabe a chocolate. Y no quedan lágrimas de cocodrilo, ni poesías del Gran Miguel. No queda humanismo.
¿Y podría haber sido yo aquel pintor? Aquel pintor, que en la soledad de su túnel acertó a ver una ventana. Una ventana que pintó, y a la que una tal María se asomó. O ese niño de Råksta. O simplemente un olor olvidado.
1 comentario:
Somos potenciales, Oxnex, y nos hace despegar. Somos tantas cosas...
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