Alhajas de albahaca
alhajan la Alhambra,
dulces de miel
dulcifican tu piel.
Presos atados
condenan su suerte,
desean la muerte
de los alados.
Caballos cabalgan
cubiertas montaban,
las moras sonaban.
El gitano ríe
y el legón se para.
Grandes tetas cubiertas
por el sudor marcadas,
gorda chaqueta de algodón
que la sal empapa.
El sabor amargo en los labios,
algún suspiro se escapa,
sin llegar a sonreir,
al suelo se arrastra.
Vuelve el sonido del legón,
para el gitano cantor.
Siguen su ritmo lento, vuelve su sudor.
En el invernadero.
Trataba de describir uno de esos descansos en mitad del trabajo, en los que entre el calor, el sudor y dolor en la espalda, te permites ponerte en pie y respirar. En los que de repente, se cruzan miradas con los compañeros, y se crea un microclima festivo, que dura microsegundos, y que entremezcla cansancio, alegría, sensualidad, lástima, deseo. Un microclima que dura hasta que vuelven a agacharse. Vuelven al aislamiento del monótono trabajo. A los pensamientos y al calor. Al sudor.
2 comentarios:
¿Así que no volvemos todos poetas ultimamente?
Así que solo te falta ponerte el traje negro y,quizás, tener un affair con Dali (o dos) para ser Lorca :p
Felicidades por la poesia.Algun día, en honor al que reencarnas, deberé intentar algo más surrealista.
Si te dijera de nuevo que los contrastes me atraen, me definen, me entusiasman, me emocionan, me excitan, me asustan... Sin embargo no es el contraste mismo, es cómo consigues crear el ambiente.
Sí Oxnex, sí!
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