Entró por la puerta grande, mientras todos festejaban.
Ella se ocultó, blanca con sus patas. Se multiplicó, fea. Se alimentó, gorda.
Cuando la descubrieron, ya era la reina. Se había apoderado de todo. Desde su trono púbico, ordenaba y orquestaba. Destruía y torturaba. Acalló el silencio mantenido durante largas semanas, para atacar con todas sus ordas perversas. Ya había conseguido lo que quería, doblegar a su bestia.
En algún lugar, Bukowski sonríe al novato, pequeño aprendiz de idiota.
1 comentario:
Así me gusta más :).
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