La vida como autosugestión. Lo que somos como un deformado reflejo de lo que nos inducimos a ser. La voluntad inconsciente como última responsable de nuestras desgracias. El sufrimiento, como el más básico sentir, como ese sentimiento trágico de la vida que nos recuerda que estamos vivos. Ese sentimiento, como resultado de una voluntad oculta, de una educación, de lo que somos.
Crees que lo dominas todo, que tu vida está esculpida en piedra. Y eres tú mismo el que elige un pedestal de barro, el que va dejando grietas que el agua aprovechará para, en el frío de la noche, partirla.
Lo peor es cuando lo sabes, cuando dejas al inconsciente hacerse consciente, cuando te condenas y sabes que no hay más culpable que tú. La tortura de la incertidumbre. ¿Y si es real? No, dice la razón. Y piensas en pararlo, pero es tan fácil dejarse llevar...
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