Hace miles de años, en alguna posible época nihilista, pensé, o escribí, o memoricé:
"Tanto escritores como diaristas pecan de narcisismo"
Esta frase que tengo grabada, afirma que no hay conocimiento válido, que no hay pensamientos ni filosofía humana con un valor objetivo. Y por tanto, solo la vanidad lleva al escritor a pensar que sus creaciones pueden llegar a interesar a alguien, o que merecen quedar por escrito para la posteridad. Y más aún. Los diaristas también pecan de pretenciosos, al pensar que sus paranoias merecen simplemente ser recordadas por él mismo.
Estos pensamientos son los que me llevan a colgar paranoias sin molestarme en que sean entendibles. Simplemente me evocan cosas, me recuerdan sensaciones, olores. En ese sentido este blog tiene más de morboso diario público que de blog en sí.
Pero por un día, haré una concesión al narcisismo y explicaré mi última entrada. No solo como acto de vanidad, también de ternura, por compartir algo más con vosotros que palabras al azar (que es lo que a Rayko le parecen algunos de mis post):
Paco el poyo es un profesor de "Lengua castellana y literatura" (más de esto segundo), que tuve en primero de bachiller.
Éste profesor daba las clases con un estilo un tanto particular. Solía ser bastante borde, y le encantaba soltar ironías sobre el futuro de sus alumnos, a medio camino entre la broma y el insulto. A mí me caía bastante mal. No soporto a la gente pretenciosa, y éste lo era un rato. Se creía una especie de Mr Keating, y nos exhortaba máximas medievales mientras se nos dirigía en femenino.
En realidad era insoportable, pero sabía comunicar un amor a la literatura, que a mí me caló bastante. En sus clases descubrí la poesía.
Bien. Pues uno de los comentarios que nos hizo este hombre, que por cualquier motivo se me quedó grabado, es que teníamos que estudiar duro para comprar nuestra libertad. Se refería a leer, a estudiar, a viajar. A quitarnos nuestra piel de borregos, de buenos ciudadanos, de catetos de nuestro tiempo. Esa libertad es dura de comprar. No es algo que venga dado, hace falta voluntad y él nos animaba a comprarla antes de que fuera demasiado tarde.
Bien. Pues esa compra de libertad tenía yo en mente la otra tarde, en el cuarto de baño del edificio Pampa de la ciudad financiera del Santander. Comprando mi libertad a mi modo. A las ocho de la tarde, y viendo que no había hora de salida.
Agonía entre las luces automáticas y los secadores de manos. ¿Dónde estaba esa libertad que llevo comprando desde entonces? ¿Acaso no sería más libre durmiendo en mi casa? Paco el poyo no tenía razón,
y el durbitán tampoco.
Durbitán son unos chutes de cafeína, que mi amigo Marc nos dio a probar en plena fiebre empollona allá por segundo de carrera. Representan los momentos más duros de esta compra de libertad, como pueda ser este (a ratos).
Finalmente volví a mi asiento y apenas publiqué este post nos liberaron. Por fin.
2 comentarios:
Chapeau!
Los blogs, al margen de ser narcisistas, están vivos y muy rápidamente se nos van de las manos.
Creo recordar tu primera entrada en el blog (¿Inglaterra?) y la he comparado con tus últimas creaciones. Yo sufrí un proceso similar: sin saber muy bien cómo, pase de un blog concebido para ahorrar mails masivos y dar noticias de mis andanzas por alguna parte (de nuevo: ¡¿a quién le puede interesar esto, oh Narciso?!) a divagar y a menudo escribir entradas densas y farragosas (tediosas hasta para mí) o entradas que responden a conexiones mentales inaccesibles para alguien que no sea yo (o incomprensibles hasta para mí).
¿Absurdo? Quizá no. En ocasiones he caído accidentalmente en alguna de esas entradas. Ahí han quedado para demostrar que los momentos muy oscuros que creí infinitos, pasaron. Que las inseguridades centradas en tal tema mutaron su hábitat para trasladarse a inseguridades en este otro ámbito. Que la felicidad se fue pero que volvió después (hay que esperarla pero siempre vuelve). Que esto es muy complicado pero también apasionante.
Que ens em sortim, collons.
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