El conformismo. La mediocridad.
Un mundo compuesto por veintegenarios, por burócratas de la empresa privada, que sacrifican parte de su vida y de su cerebro para servir a la estupidez colectiva.
Un mundo de palabras pausadas, y voces bombeadas. Del hablar sin saber. Del creerse sin ser.
Un mundo de imagen. Un mundo vacío. Un mundo donde los elefantes llevan tacones, y las hienas tocan el bandoneón. Donde las voces gustan de oirse con ese repelente acento británico.
Más vicios que virtudes, en este mundo de días sin Sol y bombillas de bajo consumo.
Risas joviales. Calvas incipientes. La cantera de los hombres grises.
