lunes, abril 18, 2011

Conjuros de amor y muerte.

Movía sus brazos siguiendo un baile predeterminado que ella misma desconocía. Como leyendo un compás, sus manos instintivamente sabían que gesto realizar y que aguja clavar.
El muñeco era viejo y arrugado, apenas parecía que pudiera almacenar un ápice de simbolismo. Sin embargo, ella sabía que lo era todo. Lo tenía estirado, clavado con alfileres en una mesa blanca, y humedecido por sus propias lágrimas.
Movía la cabeza violentamente arriba y abajo, poniendo los ojos en blanco y repitiendo su nombre una y otra vez, mientras hacía gestos con unas tijeras, que clavó abiertas de forma violenta a un lado y otro del cuello de la marioneta.
Tras emitir un grito, deja caer la cabeza exhausta sobre la mesa, que se fue volviendo roja. El muñeco sangraba.
Era amor lo que la había llevado allí, ¿y era muerte el resultado? ¿Qué había hecho? El títere mantenía la misma mueca rígida e inexpresiva. A ratos esa mueca le parecía una burla, una burla que había contribuido a ennegrecer su corazón.
Sabía que no había vuelta atrás, y entre lágrimas cerró las tijeras.

sábado, abril 09, 2011

Bote y cartel

Poesía de piojos.
Vieja tuerta sin zapatos,
melón podrido en una caja,
almorzar en una estaca.
Cartón de vino, en un banco
portal cerrado a cal, y canto
mañanas de flauta, y tren.
Calor en las manos, frío en los pies.
Noches de piel y hueso,
vigilia de ausencia de besos.
Dolor de recuerdo,
de palos en los riñones,
de olvido de los colores,
de negras cejas sobre negros hoyos;
ausencia de imagen de antiguos gozos.

domingo, abril 03, 2011

La gata los observa grifada detrás del cristal empañado. Hay una extraña conexión de movimientos entre ésta y la mujer que se retuerce bajo el peso del dueño de la casa.
Éste la tenía sujeta por la cintura, y la atraía hacia así con movimientos bruscos. A cada empuje, la gata se erizaba. Saca las garras y las clava sobre la espalda cubierta de músculos en tensión. En el cuello, una arteria bombea sangre a un ritmo constante marcando el paso del tiempo. Los latidos de los dos corazones se entremezclan con gemidos y gruñidos. La mujer se acerca al cuello, y como animal hambriento muerde con fuerza. Un grito. La gata bufa. La agarra del cuello y aprieta. El hombre sabe que solamente dejando a su instinto apretar la destrozaría, sin embargo deja los ojos en blanco y se deja llevar por el dolor. El sudor, la sangre y otras secreciones se mezclaban con el placer y el dolor. Exhaustos caen sobre el sofá. El felino ronronea y levantando la cola se marcha de un salto.